miércoles, 22 de mayo de 2013

Capítulo 3 - VI. Los juicios y el problema de la autoridad



1.         Hemos hablado ya del juicio Final, aunque no con gran detalle. 2Después del juicio Final no habrá ningún otro. 3Dicho juicio es simbólico porque más allá de la percepción no hay juicios. 4Cuando la Biblia dice "No juzguéis y no seréis juzgados" lo que quiere decir es que si juzgas la realidad de otros no podrás evitar juzgar la tuya propia.

2. La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. 2Juzgar es el proceso en el que se basa la percep­ción, pero no el conocimiento. 3He hecho referencia a esto ante­riormente al hablar de la naturaleza selectiva de la percepción, y he señalado que la evaluación es obviamente su requisito previo. 4Los juicios siempre entrañan rechazo. 5Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en ti o en otros. 6Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto permanece en tu mente porque ha sido percibido. 

Es un círculo... Percibimos lo que juzgamos, juzgamos lo que percibimos. Sea lo que sea que percibimos, sólo vemos el pasado. la percepción es muy engañosa y nos muestra lo que creemos ver y no lo que vemos en realidad. 

7Una de las ilusiones de las que adoleces es la creencia de que los juicios que emites no tienen ningún efecto. 8Esto no puede ser verdad a menos que también creas que aquello contra lo que has juzgado no existe. 9Obvia­mente no crees esto, pues, de lo contrario, no lo habrías juzgado.

El asunto es que, aunque cuestionemos la existencia del mundo, y de los hechos que hay en el mundo, cuando nos afectan, les damos realidad, los juzgamos y los percibimos como reales. Aqui no estamos para juzgar, estamos para aprender que estamos en un sueño y despertar. 

10En última instancia, no importa si tus juicios son acertados o no, 11pues, en cualquier caso, estás depositando tu fe en lo irreal. 12Esto es inevitable, independientemente del tipo de juicio de que se trate, ya que juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca.

3. No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. 2Cuando reconozcas lo que eres y lo que tus hermanos son, te darás cuenta de que juzgarlos de cualquier forma que sea no tiene sentido. 3De hecho, pierdes el significado de lo que ellos son precisamente porque los juzgas. 4Toda incerti­dumbre procede de la creencia de que es imprescindible juzgar.


Juzgar implica definir, definir, implica planear. Planear implica la defensa.  Y va de nuevo... para defenderme tengo que juzgar... Es un ciclo.  Y la percepción siempre nos dará la razón. Lo que sea que juzguemos y cómo lo juzguemos, así lo percibiremos. 

5No tienes que juzgar para organizar tu vida, y definitivamente no tienes que hacerlo para organizarte a ti mismo. 6En presencia del conocimiento todo juicio queda, automáticamente suspendido, y éste es el proceso que le permite al conocimiento reemplazar a la percepción.
4. Tienes miedo de todo aquello que has percibido y te has negado a aceptar. 2Crees que por haberte negado a aceptarlo has perdido control sobre ello. 3Por eso es por lo que lo ves en pesadillas, o disfrazado bajo apariencias agradables en lo que parecen ser tus sueños más felices. 4Nada que te hayas negado a aceptar puede ser llevado a la conciencia. 5De por sí, no es peligroso, pero tú has hecho que a ti te parezca que lo es.

Todo es una apariencia. 

5. Cuando te sientes cansado es porque te has juzgado a ti mismo como capaz de estar cansado. 2Cuando te ríes de alguien es por­que has juzgado a esa persona como alguien que no vale nada. 3Cuando te ríes de ti mismo no puedes por menos que reírte de los demás, aunque sólo sea porque no puedes tolerar la idea de ser menos que ellos. 4Todo esto hace que te sientas cansado, ya que es algo básicamente descorazonador. 5No eres realmente capaz de estar cansado, pero eres muy capaz de agotarte a ti mismo. 6La fatiga que produce el juzgar continuamente es algo realmente intolerable. 7Es curioso que una habilidad tan debili­tante goce de tanta popularidad. 

Los juicios son verdaderamente agotadores. No sólo por el juicio en si, es porque tras el juicio hay una larga carrera de defensas que se montan para defenderse de lo juzgado. 

8No obstante, si deseas ser el autor de la realidad, te empeñarás en aferrarte a los juicios. 9También les tendrás miedo, y creerás que algún día serán usados con­tra ti. 10Sin embargo, esta creencia sólo puede existir en la medida en que creas en la eficacia de los juicios como un arma para defender tu propia autoridad.

Creemos que todo lo que hacemos hoy se volverá en contra nuestra. Es un asunto de querer tener el control. 

6.         Dios ofrece únicamente misericordia. 2Tus palabras deben reflejar sólo misericordia porque eso es lo que has recibido y eso es lo que deberías dar. 3La justicia es un expediente temporal, o un intento de enseñarte el significado de la misericordia. 4Es juz­gadora únicamente porque tú eres capaz de cometer injusticias.

La idea de la justicia viene de nuestro propio juicio, contra nosotros, Tenemos la idea de que la justicia implica juicio, condena y castigo y no misericordia.  Cuando Dios ofrece únicamente misericordia. La idea de que la justicia implica venganza es nuestro deseo de castigarnos a nosotros mismos y éste proviene del terror original de ser culpables por nuestra aparente separación de Dios. 

7. He hablado de distintos síntomas, y, a ese nivel, la variedad de los mismos es casi infinita. 2Todos ellos tienen, no obstante, una sola causa: el problema de la autoridad. 3Ésta es "la raíz de todo mal". 4Cada síntoma que el ego inventa es una contradicción debido a que la mente está dividida entre el ego y el Espíritu Santo, de tal modo que cualquier cosa que el ego haga es parcial y contradictoria. 5Esta posición insostenible es el resultado del problema de la autoridad que, al aceptar como premisa el único pensamiento inconcebible, sólo puede producir ideas que a su vez son inconcebibles.

¿A quién le hemos dado el poder dentro de nuestra mente? Realmente creo que estoy solo y que todo lo que veo está a cargo de mi? ...De ser así elegimos al miedo y al ego.  Por éso es tan imprescindible saber que no nos hemos creado a nosotros mismos. Y que tenemos el apoyo infinito y amoroso del Espíritu a cada momento. 
El ego no insiste en que Dios nos persigue para matarnos... el ego nos dice que estamos solos y que la muerte, el castigo y el caos es parte de ésta soledad.  El ego no menciona a Dios jamás porque le conferiría realidad al hecho indiscutible y aplastante de que es ínfimo y puede desaparecer en el instante en que reconozcamos al tremenda fuerza del Espíritu en nosotros. 

8. El problema de la autoridad es en realidad una cuestión de autoría. 2Cuando tienes un problema de autoridad, es siempre porque crees ser tu propio autor y proyectas ese engaño sobre los demás. 3Percibes entonces la situación como una en que los demás están literalmente luchando contigo para arrebatarte tu autoría. 4Éste es el error fundamental de todos aquellos que creen haber usurpado el poder de Dios. 

La necesidad del poder, del control sobre algo o alguien es producto directo de la creencia de estar separado. "Si yo soy mi propio creador tengo que mantener todo bajo mi control... porque si no se desbarata" Si dejo que alguien mas o algo mas tenga su control es porque quiere arrebatarme la misera defensa que tengo contra el mundo (Y contra Dios) 

5Esta creencia les resulta aterradora, pero a Dios ni siquiera le inquieta. 6Él está deseoso, no obstante, por erradicarla, no como un castigo para Sus Hijos, sino tan sólo porque sabe que les produce infelicidad. 7Las creaciones de Dios disponen de la verdadera Autoría, mas tú prefieres permanecer anónimo cuando eliges separarte de tu Autor. 8Al no tener certeza con respecto a Quién es tu verdadero Autor, crees que tu creación fue anónima. 9Esto te pone en una situación en la que lo único que parece tener sentido es creer que tú te creaste a ti mismo. 10La disputa acerca de quién es tu autor ha dejado a tu mente en tal estado de incertidumbre que ésta puede incluso llegar a dudar de que tú realmente existas.

Nos basamos en la percepción para "conocer" nuestra realidad. En la percepción de la realidad tal cómo la ven nuestros sentidos y basándonos en nuestros juicios Dios no existe. Es la última "realidad". Nada puede probar la existencia de Dios, por tanto Dios no existe. Lo que no podemos tocar, ver, escuchar no existe. Y entonces ésto nos deja en un tremendo estado de incertidumbre, porque si Dios no existe porque no lo puedo ver, tocar, oler, o escuchar, entonces es posible que yo no exista, porque al final mis sentidos tampoco pueden percibirme a mi. Sólo mi conciencia lo hace.  Esto es aterrorizante. 
El reconocimiento de la existencia del Espíritu cambia radicalmente nuestra realidad y en un asunto básico para nuestra Paz. 
Sólo existen dos posibilidades... Dios existe o no existe. Reconocer Su existencia cambia la tuya a niveles trascendentes. 

9. Sólo los que abandonan todo deseo de rechazar pueden saber que es imposible que ellos puedan ser rechazados. 2No has usur­pado el poder de Dios, pero lo has perdido. 3Afortunadamente, perder algo no significa que haya desaparecido. 4Significa simple­mente que no recuerdas dónde está. 5Su existencia no depende de que puedas identificarlo, o incluso localizarlo. 6Es posible contem­plar la realidad sin juzgar y simplemente saber que está ahí.
10.       La paz es el patrimonio natural del espíritu. 2Todo el mundo es libre de rechazar su herencia, pero no de establecer lo que ésta es. 3El problema que todos tienen que resolver es la cuestión funda­mental de la autoría. 4Todo miedo procede en última instancia, y a veces por rutas muy tortuosas, de negar la verdadera Autoría. 5La ofensa no es nunca contra Dios, sino contra aquellos que lo niegan. 6Negar Su Autoría es negarte a ti mismo la razón de tu paz, de modo que sólo te puedes ver a ti mismo fragmentado. 7Esta extraña percepción es el problema de la autoridad.

La conciencia de la presencia de Dios en nuestras vidas es la garantía infinita de la Paz. 

11.       No hay nadie que de una manera u otra no se sienta aprisio­nado. 2Si ése es el resultado de su libre albedrío, tiene, por ende, que considerar que su voluntad no es libre, o, de lo contrario, el razonamiento circular de esta premisa sería evidente. 3El libre albedrío no puede sino conducir a la libertad. 4Los juicios siempre aprisionan, ya que fragmentan la realidad con las inestables balanzas del deseo. 5Los deseos no son hechos. 6Desear implica que ejercer la voluntad no es suficiente. 7Sin embargo, nadie que esté en su mente recta podría creer que lo que desea es tan real como lo que su voluntad dispone. 8En vez de "Busca primero el Reino de los Cielos" di: "Que tu voluntad sea antes que nada alcan­zar el Reino de los Cielos" y habrás dicho: "Sé lo que soy y acepto mi herencia”.

Desear tener la conciencia de la Presencia de Dios, en nuestras vidas o en nuestra conciencia es lo que nos da todo loq ue hemos deseado. Cada vez que deseamos algo...desde un celular hasta una casa lo que queremos es sentirnos aceptados, amados, cómodos, seguros... En la Certeza total de la Presencia de Dios logramos esa sensación a fondo. Y no necesitamos de nada mas. 

 

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